martes, 30 de abril de 2013

PATHOS: LA EXPERIENCIA AJENA Y EL CAMINO POR RECORRER


Sobre el protocolo universitario en el Perú puede decirse mucho, después de todo tenemos universidad desde 1551, pero antes de profundizar en el tema hay que echar luz sobre la tradición estadounidense que viene siendo imitada desde hace algunos años por cientos de graduandos en las diferentes universidades nacionales y privadas. Para comprender lo que sucede acá hay que comprender lo que sucede allá.
Las costumbres en los colleges estadounidenses durante finales del siglo XIX reflejaban aquellas originadas en Oxford y Cambridge, pero las colaciones se daban sin un orden definido ni organización en los tipos de vestimenta. La falta de reglamentación provocaba entre las casas de estudios una heterogeneidad poco conveniente. Fue Gardner Cotrell Leonard quién diseño las vestimentas embellecidas para su promoción en el Williams College de Massachusetts en 1887. Tras el éxito obtenido, Cotrell escribe en 1893 un artículo sobre vestimenta académica para ser luego invitado a una comisión intercolegial que definiría un sistema de vestimenta universitaria. En 1895 la comisión se reunió en la Universidad de Columbia en Nueva York.

Durante el siglo XX el Consejo Americano de Educación, una entidad que actualmente agrupa a 1,800 instituciones de educación superior, revisa el código de vestimenta hasta en tres oportunidades para actualizarlo. La gran mayoría de instituciones educativas libremente optan por regir su protocolo según aquellos lineamientos, salvo algunas universidades -como Harvard- que por tradición o costumbre justifican sus propios modos.
Este proceso significó un redescubrimiento de la identidad universitaria estadounidense. Hay en su generalidad, cambios notorios sobre los modelos que habían heredado del viejo mundo. Para empezar su vestimenta se divide en las siguientes partes:
 

Primer lugar de enseñansa de la Universidad de Columbia,
fundada en 1754 como King's College: Trinity Church School
House, donde hubo apenas 8 estudiantes. 
La toga: A diferencia de los modelos ingleses, que se usan abiertas por delante dejando expuestos el traje de etiqueta que hay abajo, éstas por lo general son para usarse cerradas. El tipo de corte y complejidad de confección forman parte de las sutiles diferencias entre los grados académicos. Las togas de bachilleres son de mangas muy holgadas, las mangas del maestro tienen un corte especial que cierra el puño pero éste continua holgado y cerrado hacia abajo formando una aleta. Las togas doctorales lucen vuelos de terciopelo sobre el pecho y las mangas, que además son cerradas, formando bombachos a la altura de las muñecas.
 
El birrete - skullcap: La tradicional e hipermarketeada gorra de graduación. Mantiene su forma tradicional europea. También llamada mortarboard por la paleta que los albañiles utilizaban para colocar el cemento a la hora de trabajar. Otra versión explica que la gorra es cuadrada pues tiene la forma del campus de Oxford. Finalmente, también se dice que la dura placa simboliza el cimiento sobre el que se edificará el intelecto.
 

Boina: Es la prenda de cabeza que se estila en algunos casos para los grados doctorales en EE.UU., suplantando el skullcap. Se use la boina o skullcap el Consejo Americano de Educación ha normado se reserve en su confección el terciopelo para los doctores.
Ambas gorras llevan pendidas desde el centro una borla colgante. El Consejo Americano de Educación norma que su color deberá de ser negro o en su defecto el color asignado por especialidad académica. Es exclusivo del grado doctoral el color dorado metálico.


 
Graduados de Harvard, promoción de 2001, celebran en el
campus lleno de estandartes. Foto de Justin Ide.
La capucha: Todos las togas estadounidenses son adornadas con una capucha. Esta es un apéndice separado que se pasa sobre la cabeza y cuelga sujeta del cuello hacia la espalda. Según su dimensión, corte y color se identifica el grado académico del portador.
A manera de conclusión se puede y debe aprender de la experiencia ajena para aprovechar el legado propio. En los Estados Unidos las universidades conservan sus tradiciones y la comunidad universitaria se encarga de darles continuidad, sean éstas formales o informales. Hay participación porque está incertada en su cultura. Esto le da vida e identidad a una casa de estudios, alejándola de un ambiente laxo que genera indiferencia entre el estudiantado.

Lo importante que debe recordarse, para la experiencia peruana, es que no basta con hacer desordenadamente cualquier traje o armar ceremonias sin otro criterio que el simple show con ánimo comercial. Prácticamente ninguna ceremonia en EEUU tiene la peculiaridad de subir a quienes se gradúan sobre un escenario, junto a las autoridades que presiden el acto, algo que sí sucede en nuestro país. Con ésto se destruyen las figuras protocolares para favorecer la fotografía y un vedetismo orientado al show. Las tradiciones no solo deben ser respetadas por un tema histórico, sino por que dicen quienes fuimos y quienes somos ahora. Es el sello de nuestra identidad.
 
Actualización de texto publicado el 24-06-2010 en el blog Graduandos por JCTV.


miércoles, 10 de abril de 2013

LOS CLAVELITOS DE MIGUELANXO

Pocas son las veces que la tuna aparece en una novela gráfica o historieta. Para el caso tenemos una pequeña historia llamada “Clavelitos” que forma parte de la obra Quotidiania Delirante del dibujante Miguelanxo Prado, donde critica la realidad vivida por algunos tunos que se quedaron estancados. Ésta es una de las pocas críticas hechas a la tuna que puede considerarse seria. Ignoremos por el momento los argumentos “pseudo progres”, que poco o nada de sustento tienen, ni con lo que es la tuna, ni con su historia.

La tuna es una actividad cultural bastante difundida en diversas universidades, en especial en las de herencia hispana, sean europeas o americanas. En esencia es una costumbre estudiantil, o al menos ese es el sentido inicial. Suele decirse desde hace unas décadas que se es tuno hasta morir. El vínculo con el grupo, considerado como una fraternidad académica, no se diluye a pesar de dejar de ser estudiante. Este sentimiento hace que las tunas tengan miembros permanentes, aunque no necesariamente en actividad. Son las nuevas generaciones quienes se encargan de transmitir las costumbres a quienes les sucederán.

Para muchos siempre hay ocasión para volverse a poner el traje y acompañar a la tuna. Otros colaboran con el grupo dando un aporte musical, logístico o simplemente fraternal. Pero ¿qué pasa cuando abusamos de la tuna?

Hay “tunos” que se dedican a utilizar a la tuna como una herramienta de “trabajo”. A este tipo de personas les gustan los contratos extra oficiales (casi siempre secretos), gestionados por ellos aprovechando el prestigio construido por las tunas que actúan oficialmente. Ahí llevan a “sus amigos”, sea un grupo selecto o“pseudo-elite” de la propia tuna o, en todo caso, le pasan la voz a gente de otras universidades para evitar complicaciones. Todo en función de la propia satisfacción.

Con este actuar se socava la agujereada economía de la tuna que se auto sustenta humildemente como grupo estudiantil. No quede la menor duda: es una competencia desleal. Estas personas compiten sin reparo alguno contra sus propias fraternidades que luchan cada centavo para comprar buenos instrumentos, trajes, comida y transporte con el único ánimo de cumplir con sus objetivos culturales. 

Salir a una noche de bohemia, compartir con los amigos para hacer música, es algo bueno. Antiguos y nuevos se juntan a pasar un momento de recuerdos y risas. Si se obtiene algo durante la aventura enhorabuena. Si no es así lo importante es el momento vivido celebrando la fraternidad. Pero hacer de las artes y costumbres de una tuna objeto de interés particular, siempre en desmedro del bien común es una vileza. Ya se dijo que uno no da lo que no tiene en el corazón.  

También hay caraduras que se presentan en restaurantes pasando la pandereta, que de ser jóvenes y estudiantes podría tolerarse, pues se aprende humildad de una actividad honesta. En lugar de eso sus kilos, calvas y canas–sin mencionar el ego- solo dibujan una parodia triste de quien aspiró a ser ya sea un académico o un buen músico alguna vez. Con esta figura es la que nos confronta Miguelanxo Prado.

Aclaremos, no está mal vivir de la música. Es una profesión honorable como cualquiera, y hasta más por su capacidad de unir culturas. Genios hoy inmortales grabaron sus nombres en la historia con sus obras musicales. Los pueblos transmiten su identidad y sentir a través de la música. Ser músico profesional, o amateur, es una bendición. El problema es que quien quiera hacer de la tuna un trabajo no se hará rico ni hallará fama alguna. Por el contrario, generará miseria material y espiritual, perjudicando una bella costumbre universitaria